El milagro mas grande del mundo
Thursday, August 31, 2006
Ayer recorde un libro que lei hace mucho tiempo, se llama como el titulo de este post "El milagro mas grande del mundo". El recuerdo de este libro me hizo pensar en la posibilidad de poner un extracto del mismo aqui para que cojais el rumbo de la historia y si quereis lo leais posteriormente. La historia esta basada en un escritor y como llego a conocer que la fuente de los milagros esta en uno mismo. En este trozo podreis leer como el rumbo de la vida del escritor da un giro con una simple historia. Disfrutad de ella:
El viejo se acercó más como para estudiar mi cara.
-Se ve cansado, señor Mandino... o mejor, creo que puedo llamarlo señor Og.
-Sí, estoy cansado. Ha sido un día largo... una semana larga.
-¿Es larga la distancia que tiene que conducir hasta su casa?
-Cuarenta y dos kilómetros, aproximadamente.
Simon Potter se volvió y señaló con su largo brazo hacia el edificio de cuatro pisos de ladrillos marrón que se encontraba frente al estacionamiento.
-Yo vivo ahí. En el segundo piso. Antes de emprender su largo viaje venga a tomar conmigo una copa de jerez. Lo relajará.
Empecé a negar con la cabeza; pero al igual que en la nieve, aquel día, me encontré a mí mismo queriendo obedecerle. Abrí la portezuela de mi auto, arrojé en el interior mi abrigo y portafolios, cerré y empecé a caminar detrás de Lázaro.
Atravesamos el sucio corredor, pasamos junto a los desvencijados buzones de latón que tenían los nombres de los propietarios dentro de unos plásticos amarillentos, y subimos por la destartalada escalera de concreto. Simon sacó una llave de su bolsillo, la giró dentro de la cerradura de la puerta de pino en la que había sido dibujado con rojo el número 21; empujó e hizo un ademán para que pasara. Encendió la luz.
-Disculpe -dijo- mi humilde refugio. Vivo solo, a no ser por Lázaro, y el trabajo de la casa nunca fue una de mis habilidades.
Sus disculpas eran innecesarias. La pequeña sala estaba inmaculada, desde la alfombra ovalada hasta el techo sin telarañas. Casi inmediatamente noté los libros, cientos de ellos, que excedían en tamaño los dos grandes libreros y se apilaban en dos montones perfectos casi tan altos como su propietario.
Observé con curiosidad a Simon. Se encogió de hombros y alumbró el cuarto con su sonrisa.
-¿Qué más puede hacer un viejo además de leer... y pensar? Por favor, póngase cómodo mientras sirvo la copa.
Cuando Simon se dirigió a la cocina, caminé hacia sus libros y empecé a leer los títulos, esperando que ellos me dijeran, algo sobre este gigante fascinador. Levanté la cabeza y recorrí con la mirada algunos de los lomos de los libros (Caesar and Christ, de Will Durant; The Prophet, de Gibrán; Lives of Great Men, de Plutarco; Physiology of the Nervous Systems, de Fulton; The Organism, de Goldstein; The Unexpected Universe, de Eiseley; Don Quixote, de Cervantes; Works, de Aristóteles, Autobiography, de Franklin, The Imitation of Christ, de Kempis; The Human Mind, de Menninger; The Talmud, varias Biblias y otros).
Mi anfitrión caminó hacia mí sosteniendo la copa de vino. La tomé y la puse junto a la suya. Los bordes chocaron con una nota suave en la habitación.
-Por nuestra amistad -dijo Simon-; porque sea larga y provechosa.
-Así sea -contesté.
-¿Qué piensa de mi biblioteca? -dijo, señalando con su copa hacia los libros.
-Es una magnífica colección. Me gustaría tenerlos. Usted tiene amplios intereses.
-En realidad no es así. Son una acumulación de muchos años de horas de esparcimiento en tiendas de libros de segunda mano. Además todos tienen un tema en común que hace que cada volumen sea muy especial.
-¿Especial?
-Si. Cada uno trata y explica a su modo algún aspecto del milagro más grande del mundo; por eso los llamo los "libros de la mano de Dios".
-¿La mano de Dios?
-Me cuesta trabajo explicarlo con palabras... estoy completamente seguro de que ciertas piezas musicales, determinadas obras de arte y ciertos libros y ensayos fueron creados, no por el compositor, artista, autor o escritor, sino por Dios, y a aquellos a los que hemos reconocido como los creadores de estas obras fueron sólo instrumentos empleados por Dios para comunicarse con nosotros. ¿Qué pasa, señor Og?
Aparentemente sus palabras me habían sobresaltado. Solamente dos semanas antes, en la ciudad de Nueva York, Barry Farber, un popular comentarista de radio, había utilizado esas palabras exactas: la mano de Dios", cuando describía mi libro a su público durante mi apa¬rición dentro de su programa.
-¿Quiere decir que cree que Dios se sigue comunicando con nosotros como lo hacía con los antiguos profetas judíos?
-Estoy completamente seguro. Durante miles de años el mundo fue testigo de un sinnúmero de profetas que proclamaban y explicaban la voluntad de Dios: Elías, Amós, Moisés, Ezequiel. Isaías, Jeremías Samuel y los demás maravillosos mensajeros hasta Jesús y Pablo. Y después... ¿nada? No puedo creerlo. Sin importar cuántos de Sus profetas hayan sido ridiculizados, castigados, torturados y hasta asesinados, no puedo concebir que finalmente Dios se haya dado por vencido y haya vuelto su espalda a nuestras necesidades, trayendo como consecuencia que algunos de nosotros supongamos que Él está muerto, ya que hace mucho tiempo que no sabemos nada de Él. En vez de esto, creo verdaderamente que ha mandado a todas las generaciones, personas especiales, talentosas, inteligentes... todas compartiendo el mismo mensaje de una o de otra forma... que todo ser humano es capaz de ¬realizar el milagro más grande del mundo. Y el error más grave del hombre, ciego como es a causa de las trivialidades de toda civilización avanzada, es que no ha comprendido el mensaje.
-¿Cuál es el milagro más grande del mundo que podemos realizar?
Primero que nada, señor Og, ¿puede definirme lo que es un milagro?
-Creo que sí. Es algo que sucede en contra de las leyes, de la naturaleza o la ciencia... una suspensión temporal de una de estas leyes.
-Lo que acaba de decir es conciso y exacto, señor Og. Ahora dígame, ¿se cree capaz de realizar milagros... de suspender cualquiera de las leyes de la naturaleza o la ciencia?
Me reí nerviosamente y negué con la cabeza. El viejo se puso de pie, tomó de la mesilla de café un pequeño pisapapeles de vidrio y lo sostuvo frente a mi.
-Si suelto este peso, caerá al suelo, ¿no es verdad?
Asentí.
-¿Qué ley decreta que caerá al piso?
-¿La ley de la gravedad?
-Exacto.
Entonces, sin ninguna advertencia, dejó que el pisapapeles cayera de su mano. Instintivamente lo pesqué antes de que tocara el suelo.
Simon dobló las manos y me miró sonriendo con autosatisfacción.
-¿Se da cuenta de lo que acaba de hacer, señor Og?
-Cogí su pisapapeles.
-Hizo mucho más. Su acción suspendió temporalmente la ley de la gravedad. Sea cual sea la definición de un milagro, usted acaba de realizar uno. Ahora, ¿cuál cree usted que sería el milagro más grande que jamás se haya realizado en la Tierra?
Lo pensé durante varios minutos.
-Probablemente serían esos casos en los que un muerto supuestamente ha regresado a la vida.
-Estoy de acuerdo, como seguramente lo estaría el total de la opinión mundial.
-¿Pero, en qué forma está esto relacionado con esos libros que tiene amontonados? Seguramente no contienen ningún método secreto sobre cómo regresar de la muerte.
-Pues sí, señor Og. La mayoría de los seres humanos están muertos, en uno u otro grado. De una u otra forma han perdido sus sueños, sus ambiciones, su deseo de una vida mejor. Han perdido su lucha por su autoestimación y han comprometido su gran potencial. Se han establecido en una vida de mediocridad, días de desesperación y noches de lágrimas. No son más que muertes vivientes confinadas a cementerios de su elección. Además necesitan salir de ese estado. Pueden resucitar de su lamentable condición. Cada uno puede realizar el milagro más grande del mundo. Todos pueden regresar de la muerte... y en esos libros están los secretos más sencillos, técnicas y métodos que pueden aplicar a su propia vida para convertirse en lo que desean ser y alcanzar todas las verdaderas riquezas de la vida.
No supe qué decir o cómo responder.
El milagro mas grande del mundo - Og Mandino
Si estais interesados podeis pasaros por esta pagina y encontrar el libro www.formarse.com.ar
El viejo se acercó más como para estudiar mi cara.
-Se ve cansado, señor Mandino... o mejor, creo que puedo llamarlo señor Og.
-Sí, estoy cansado. Ha sido un día largo... una semana larga.
-¿Es larga la distancia que tiene que conducir hasta su casa?
-Cuarenta y dos kilómetros, aproximadamente.
Simon Potter se volvió y señaló con su largo brazo hacia el edificio de cuatro pisos de ladrillos marrón que se encontraba frente al estacionamiento.
-Yo vivo ahí. En el segundo piso. Antes de emprender su largo viaje venga a tomar conmigo una copa de jerez. Lo relajará.
Empecé a negar con la cabeza; pero al igual que en la nieve, aquel día, me encontré a mí mismo queriendo obedecerle. Abrí la portezuela de mi auto, arrojé en el interior mi abrigo y portafolios, cerré y empecé a caminar detrás de Lázaro.
Atravesamos el sucio corredor, pasamos junto a los desvencijados buzones de latón que tenían los nombres de los propietarios dentro de unos plásticos amarillentos, y subimos por la destartalada escalera de concreto. Simon sacó una llave de su bolsillo, la giró dentro de la cerradura de la puerta de pino en la que había sido dibujado con rojo el número 21; empujó e hizo un ademán para que pasara. Encendió la luz.
-Disculpe -dijo- mi humilde refugio. Vivo solo, a no ser por Lázaro, y el trabajo de la casa nunca fue una de mis habilidades.
Sus disculpas eran innecesarias. La pequeña sala estaba inmaculada, desde la alfombra ovalada hasta el techo sin telarañas. Casi inmediatamente noté los libros, cientos de ellos, que excedían en tamaño los dos grandes libreros y se apilaban en dos montones perfectos casi tan altos como su propietario.
Observé con curiosidad a Simon. Se encogió de hombros y alumbró el cuarto con su sonrisa.
-¿Qué más puede hacer un viejo además de leer... y pensar? Por favor, póngase cómodo mientras sirvo la copa.
Cuando Simon se dirigió a la cocina, caminé hacia sus libros y empecé a leer los títulos, esperando que ellos me dijeran, algo sobre este gigante fascinador. Levanté la cabeza y recorrí con la mirada algunos de los lomos de los libros (Caesar and Christ, de Will Durant; The Prophet, de Gibrán; Lives of Great Men, de Plutarco; Physiology of the Nervous Systems, de Fulton; The Organism, de Goldstein; The Unexpected Universe, de Eiseley; Don Quixote, de Cervantes; Works, de Aristóteles, Autobiography, de Franklin, The Imitation of Christ, de Kempis; The Human Mind, de Menninger; The Talmud, varias Biblias y otros).
Mi anfitrión caminó hacia mí sosteniendo la copa de vino. La tomé y la puse junto a la suya. Los bordes chocaron con una nota suave en la habitación.
-Por nuestra amistad -dijo Simon-; porque sea larga y provechosa.
-Así sea -contesté.
-¿Qué piensa de mi biblioteca? -dijo, señalando con su copa hacia los libros.
-Es una magnífica colección. Me gustaría tenerlos. Usted tiene amplios intereses.
-En realidad no es así. Son una acumulación de muchos años de horas de esparcimiento en tiendas de libros de segunda mano. Además todos tienen un tema en común que hace que cada volumen sea muy especial.
-¿Especial?
-Si. Cada uno trata y explica a su modo algún aspecto del milagro más grande del mundo; por eso los llamo los "libros de la mano de Dios".
-¿La mano de Dios?
-Me cuesta trabajo explicarlo con palabras... estoy completamente seguro de que ciertas piezas musicales, determinadas obras de arte y ciertos libros y ensayos fueron creados, no por el compositor, artista, autor o escritor, sino por Dios, y a aquellos a los que hemos reconocido como los creadores de estas obras fueron sólo instrumentos empleados por Dios para comunicarse con nosotros. ¿Qué pasa, señor Og?
Aparentemente sus palabras me habían sobresaltado. Solamente dos semanas antes, en la ciudad de Nueva York, Barry Farber, un popular comentarista de radio, había utilizado esas palabras exactas: la mano de Dios", cuando describía mi libro a su público durante mi apa¬rición dentro de su programa.
-¿Quiere decir que cree que Dios se sigue comunicando con nosotros como lo hacía con los antiguos profetas judíos?
-Estoy completamente seguro. Durante miles de años el mundo fue testigo de un sinnúmero de profetas que proclamaban y explicaban la voluntad de Dios: Elías, Amós, Moisés, Ezequiel. Isaías, Jeremías Samuel y los demás maravillosos mensajeros hasta Jesús y Pablo. Y después... ¿nada? No puedo creerlo. Sin importar cuántos de Sus profetas hayan sido ridiculizados, castigados, torturados y hasta asesinados, no puedo concebir que finalmente Dios se haya dado por vencido y haya vuelto su espalda a nuestras necesidades, trayendo como consecuencia que algunos de nosotros supongamos que Él está muerto, ya que hace mucho tiempo que no sabemos nada de Él. En vez de esto, creo verdaderamente que ha mandado a todas las generaciones, personas especiales, talentosas, inteligentes... todas compartiendo el mismo mensaje de una o de otra forma... que todo ser humano es capaz de ¬realizar el milagro más grande del mundo. Y el error más grave del hombre, ciego como es a causa de las trivialidades de toda civilización avanzada, es que no ha comprendido el mensaje.
-¿Cuál es el milagro más grande del mundo que podemos realizar?
Primero que nada, señor Og, ¿puede definirme lo que es un milagro?
-Creo que sí. Es algo que sucede en contra de las leyes, de la naturaleza o la ciencia... una suspensión temporal de una de estas leyes.
-Lo que acaba de decir es conciso y exacto, señor Og. Ahora dígame, ¿se cree capaz de realizar milagros... de suspender cualquiera de las leyes de la naturaleza o la ciencia?
Me reí nerviosamente y negué con la cabeza. El viejo se puso de pie, tomó de la mesilla de café un pequeño pisapapeles de vidrio y lo sostuvo frente a mi.
-Si suelto este peso, caerá al suelo, ¿no es verdad?
Asentí.
-¿Qué ley decreta que caerá al piso?
-¿La ley de la gravedad?
-Exacto.
Entonces, sin ninguna advertencia, dejó que el pisapapeles cayera de su mano. Instintivamente lo pesqué antes de que tocara el suelo.
Simon dobló las manos y me miró sonriendo con autosatisfacción.
-¿Se da cuenta de lo que acaba de hacer, señor Og?
-Cogí su pisapapeles.
-Hizo mucho más. Su acción suspendió temporalmente la ley de la gravedad. Sea cual sea la definición de un milagro, usted acaba de realizar uno. Ahora, ¿cuál cree usted que sería el milagro más grande que jamás se haya realizado en la Tierra?
Lo pensé durante varios minutos.
-Probablemente serían esos casos en los que un muerto supuestamente ha regresado a la vida.
-Estoy de acuerdo, como seguramente lo estaría el total de la opinión mundial.
-¿Pero, en qué forma está esto relacionado con esos libros que tiene amontonados? Seguramente no contienen ningún método secreto sobre cómo regresar de la muerte.
-Pues sí, señor Og. La mayoría de los seres humanos están muertos, en uno u otro grado. De una u otra forma han perdido sus sueños, sus ambiciones, su deseo de una vida mejor. Han perdido su lucha por su autoestimación y han comprometido su gran potencial. Se han establecido en una vida de mediocridad, días de desesperación y noches de lágrimas. No son más que muertes vivientes confinadas a cementerios de su elección. Además necesitan salir de ese estado. Pueden resucitar de su lamentable condición. Cada uno puede realizar el milagro más grande del mundo. Todos pueden regresar de la muerte... y en esos libros están los secretos más sencillos, técnicas y métodos que pueden aplicar a su propia vida para convertirse en lo que desean ser y alcanzar todas las verdaderas riquezas de la vida.
No supe qué decir o cómo responder.
El milagro mas grande del mundo - Og Mandino
Si estais interesados podeis pasaros por esta pagina y encontrar el libro www.formarse.com.ar
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